Parece una paradoja pero Freud, de admirador de Rembrandt y el classicità, detestó el arte moderno a él contemporánea, mucho de escribir en una carta del 1920 que hasta los expresionistas no pudieron ser llamados a artistas.
Un error colosal, visto hoy por el, tan más que el desquiciamiento de las certezas producido por el mismo psicoanálisis tiene luego también permiso y dato dignidad a la expresión pictórica más total, abierta, o bien al astrattismo que definiría "intimista", porque conducido por un tipo de automatismo que engendra libres cruces y encuentros de colores y rasgos, bajo la ola de una emoción pura y personal.
Sergio Davanzo regresa en este canon, con sus obras intensas y, sobre todo, "vibrantes" puesto que este género de pintura tiene significatività solo si le engendra en el observador un sentido de coparticipación, de división instintiva, no explicable, en ausencia del sujeto, si no por la capacidad del artista de revelarle mismo por canales subterráneos de comunicación.
En éste consiste la peculiaridad de Davanzo y de cuánto, pero no muchos, como él logran incluso ser coinvolgenti en su autonomía informal. Si éste, en cambio, ocurre, quiere también decir que Davanzo sabe valerse de un metalenguaje universal, más icónico, que va más allá de cada cultura y gusto, transcendiendo la razón para acercarse a la fulgurante conciencia de descubrir en un cuadro nuestra común humanidad. (Fabio Favretto)
mercoledì 8 luglio 2009
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